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RUMIACIONES, ¿PARA QUÉ?

De camino hacia su monasterio, dos monjes budistas se encontraron con una bellísima mujer a la orilla de un río. Al igual que ellos, quería ella cruzar el río, pero éste bajaba demasiado crecido. De modo que uno de los monjes se la echó a la espalda y la pasó a la otra orilla.

 El otro monje estaba absolutamente escandalizado y por espacio de dos horas estuvo censurando su negligencia en la observancia de la Santa Regla: ¿Había olvidado que era un monje? ¿Cómo se había atrevido a tocar a una mujer y a transportarla al otro lado del río? ¿Qué diría la gente? ¿No había desacreditado la Santa Religión? Etcétera.

El acusado escuchó pacientemente el interminable sermón. Y al final estalló: «Hermano, yo he dejado a aquella mujer en el río. ¿Eres tú quien la lleva ahora?».

¿CUÁNTAS VECES HEMOS HECHO O DEJADO DE HACER ALGO Y HEMOS SEGUIDO DÁNDOLE VUELTAS A PESAR DE NO PODER REMEDIAR NADA YA?

Es natural pararse a reflexionar sobre las experiencias dolorosas o las preocupaciones diarias. Con ello esperamos llegar a un nuevo entendimiento que reduzca nuestra necesidad y nos permita seguir adelante. Pero este proceso natural de auto-reflexión a menudo sale mal, y en lugar de obtener una liberación emocional, simplemente tocamos las mismas escenas angustiantes en nuestra cabeza una y otra vez, sintiéndonos aún más tristes, enojados o agitados.

En psicología, a este pensamiento circular e intrusivo que viene una y otra vez lo llamamos rumiación. Las rumiaciones resultan nocivas porque afectan a nuestra capacidad para obtener respuestas y soluciones a nuestros problemas, producen desmotivación y generan nuevos problemas, nos bloquea en una posición repetitiva que puede afectar a nuestras relaciones sociales y, finalmente, puede deteriorar nuestra salud física y emocional. 

¿QUÉ PODEMOS HACER PARA EVITARLO?

Hay varias maneras, una es convertir ese pensamiento circular en lineal, es decir, detectarlo y a partir de ahí dejar que se pierda y empezar con otra cosa. Distraernos con algo que nos guste y nos implique ocupar la mente (ver una película, leer, jugar al Tetris o salir con amigos) puede ser una alternativa. Con el tiempo, el hecho de evitar la reflexión y por tanto no reforzar su atractivo, hará que la necesidad de rumiar disminuya.

Otra buena forma y complementaria a la anterior consiste en vivir el momento presente, sin rumiaciones acerca del pasado ni preocupaciones por el futuro. Para ello lo mejor es buscar esas afirmaciones que te están haciendo daño (seguro que se trata de ideas irracionales) y cambiarlas por otras más realistas. 

Vuelve a la historia de los monjes: ¿qué están pensando uno y otro? ¿Qué pensamiento de fondo atormenta al que no transportó a la mujer? ¿Qué puede hacer para sentirse mejor? 

Nos leemos el jueves. ¡Buen fin de semana (puente para los toledanos ☺)!

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